sábado, 16 de febrero de 2013

CREADOR




                                                 Por: Jairo Bohórquez Guillén


En el sexto día creó Dios al hombre
para que señoree sobre todo lo existente.

Y viendo,
que el hombre descansaba
placido y tranquilo
tomó una de sus costillas
quitándole  sosiego, expulsándolo
sobre la humedad de sus aguas.

Después,
ya no hubo más
manzanas,  peras
duraznos, sandias
higos, ni aceitunas
tan solo sudor amargo
bajando de sus sienes.
Saboreó la tierra
labrada con sus manos
con sus pies
con su espalda
con llaga entre los labios.

Entonces,
fue paria en sus dominios.
Caminó sin brújula,
sin infierno ni cielo
construyendo y desconstruyendo
su propio paraíso.
Pisada por pisada
tiempo por tiempo
minuto por siglos
olvido por olvido.
Perdiendo en la memoria
de la inmensidad
su propia historia.
Sus dominios
no eran suyos
vio como las olas
borraban sus huellas
y hombres alados
volar entre las estrellas.

Al final,
Cansado, sintiéndose pequeño
bajo la tempestad de lo inexplicable
no fue el sexto día
ni el séptimo
o el octavo
tan solo uno de tantos
para explicar lo que no entendía
en su peregrinación
decidió crear un ser superior.
Lo llamó Dios.
Pero, el hombre quiso
ponerlo en un lugar distinto
Intocable para el mundo.
Le dio una corona
lo sentó en trono de oro
rodeado de seres similares.
No lo puso en un paraíso
para ser expulsado.
No le quitó la costilla
lo hizo completo.
Ahí quedó
Ahí sigue…


Cuadro de Oswaldo Guayasamín 

martes, 5 de febrero de 2013

Semejanza



                                  Por: Jairo Bohórquez Guillén

-El amor hace que dos personas
se vean iguales la una a la otra.
-Pero,
tú cambiaste
yo cambie.
-Te das cuenta
que hasta en eso nos parecemos.
"Los Amantes" de Oswaldo Guayasamín.

sábado, 2 de febrero de 2013

Plegaria

                               Por: Jairo Bohórquez Guillén

Señor, tú que todo lo ves
que todo lo puedes
no nos dejes caer en tentaciones.
Quitanos las manzanas
regálanos el paraíso.
Toma el vino convertido en agua
dale de beber al sediento
pero,
déjanos la resaca
para recordar que no somos dioses.

El dolor de tus heridas
aún sangra en mis manos.

Señor, que todo lo ves,
escuchas y puedes
apaga de una vez
la lumbre del camino
permítenos rodar en
nuestras redundancias,
claudicaciones.
Total,
mis años son pocos
los tuyos muchos.

Tu última espina
va cayendo de mi frente.